Desde pequeña le había tenido miedo a la muerte, era un sentimiento terrible, me sentía indefensa ante las garras de la vida, que año tras año me arrebataba oportunidades.
Pero parece que ese 13 de febrero todo cambió, mi corazón se quedo frío, no logré asimilarlo.
Ni hoy en día parece que pueda hacerlo.
Aún así hoy te doy las gracias, lograste acabar con mis miedos, hiciste que aprendiera a valorar la vida. Tu sonrisa, cuando apenas te quedaban días de vida, y estabas destrozado tanto por dentro como por fuera, hizo que creciera como persona.
...Y me faltan palabras para agradecerte todo lo que has echo por la que hoy aquí se confiesa.
Y no, ya no le tengo miedo a la muerte, es más, si sucede, se que estarás ahí para abrazarme. Te echo muchísimo de menos.
¿Y, sabes? Todavía se hace difícil subir a tu habitación y encontrar el sillón vacío.
¿Y, sabes? Todavía se hace difícil subir a tu habitación y encontrar el sillón vacío.
